El Epitafio
- Manuel Rojas
- 19 jun
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 19 jun
Es raro preguntar en el pueblo por el origen de algo y recibir una respuesta concisa. Algunos niegan conocerlo, mientras que otros directamente eliminan su existencia. Pero es normal: el silencio impuesto desde el inicio los ha llevado a olvidar.
Entre la confusión, alguien nos permitió acercarnos al ojo del huracán, hablándonos y guiándonos. Con él, llegaron múltiples historias.
Aquí va una, encontrada en palabras y cantada en hazañas: hace mucho tiempo, un hijo mulato se casó con la hija de un terrateniente. Como regalo, el padre les entregó sus tierras, y juntos, con un matrimonio sagrado, fundaron una capilla y varias fincas. Pasó el tiempo y se encontraron con un problema: todas las noches, desde debajo de las piedras, nacían extraños cantos. Las tribus nacidas de la cal clamaban por su hogar, muriendo por reclamarlo. En aquellas noches frías, dominadas por el miedo, la pareja se convirtió en el yugo de esas tribus. El esposo, aterrado, fundó junto a sus cercanos otras cuatro capillas —una en cada esquina—, y en ellas no solo se predicaría con devoción, sino que también los gritos de terror ante la negación brindarían calor al látigo disfrazado de un párrafo de paz.
Como esta, muchas historias más esperan ser escuchadas, porque entre el dolor y el olvido existe un gran vacío de silencio. En este proyecto se explorará todo aquello que se guarda y se lamenta. Impulsados por una profunda curiosidad, hemos decidido volver. Y al aterrizar, nos hemos encontrado con este epitafio de cal que nos pide cantar.
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