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Contaminación en el gimnasio campestre los Alpes: una problemática que exige conciencia estudiantil

  • Luciana Romero
  • 19 jun
  • 3 Min. de lectura

Aunque rodeado de naturaleza y paisajes verdes, nuestro colegio campestre ubicado en las afueras de La Calera enfrenta una creciente crisis ambiental causada por el comportamiento descuidado de algunos de sus estudiantes. La acumulación de basura, el mal uso del papel en los baños y el desorden constante en los salones son señales preocupantes de una falta de conciencia ambiental dentro de la comunidad escolar.


Lo que debería ser un espacio limpio y en armonía con el entorno natural se ve diariamente afectado por prácticas irresponsables. Papeles, envolturas, botellas y restos de comida aparecen en patios, pasillos y aulas, a pesar de que el colegio cuenta con contenedores de basura distribuidos en diferentes zonas. Lamentablemente, muchos de estos elementos no terminan en su lugar adecuado, sino que son arrojados al suelo o abandonados en escritorios, jardineras o corredores.


El personal de aseo, encargado de mantener las instalaciones en buen estado, ha expresado su preocupación ante el mal uso que los estudiantes hacen de los recursos y espacios comunes.

“Todos los días encontramos basura en los salones, papeles tirados en el piso y baños llenos de papel desperdiciado", comenta una trabajadora del equipo de aseo. “El papel higiénico lo botan sin necesidad, lo dejan en el suelo o lo usan para jugar. A veces hay que limpiar los mismos baños varias veces por el desorden.”

Estas conductas no solo dificultan el trabajo diario del personal, sino que también generan un impacto ambiental significativo. El consumo innecesario de papel y la acumulación de residuos contradicen los valores que un colegio campestre debería promover: respeto por la naturaleza, orden y sostenibilidad.


La situación también refleja una falta de cuidado por los espacios que compartimos. En lugar de ser guardianes del entorno que habitamos, muchos estudiantes han adoptado una actitud de indiferencia, olvidando que cada pequeño acto cuenta. Tirar una botella al piso, dejar basura en el salón, o desperdiciar materiales son acciones que, aunque parecen inofensivas, se suman día a día hasta crear un problema mayor que afecta a todos.


Más allá de las consecuencias visibles, el problema refleja una falta de conciencia y responsabilidad individual. Muchos estudiantes parecen no dimensionar el efecto que tienen sus acciones, ni valorar el entorno natural en el que estudian. Estudiar en un colegio rodeado de árboles, aire limpio y zonas verdes debería despertar una conexión más profunda con el ambiente. Sin embargo, esa relación parece romperse cuando se prioriza la comodidad momentánea sobre la responsabilidad colectiva.


Es necesario promover una cultura de respeto y cuidado del espacio compartido. Pequeños cambios en el comportamiento, como usar el papel de manera responsable, dejar el salón limpio después de cada clase y disponer correctamente los residuos podrían marcar una gran diferencia. Incluso gestos simples como recoger una basura que no es nuestra o cerrar una llave correctamente pueden convertirse en actos poderosos si se realizan con constancia y compromiso.


El entorno natural que rodea al colegio es un privilegio que debe ser protegido, no deteriorado. No todos tienen la oportunidad de estudiar en medio de la naturaleza. El campo, los árboles, el aire puro y


la tranquilidad del entorno son bienes que debemos valorar y cuidar como comunidad. Ignorarlos o maltratarlos es una forma de despreciar los beneficios que ofrecen.


El compromiso debe venir de cada miembro de la comunidad estudiantil. Esto no es responsabilidad solo del personal de aseo, ni de los docentes, ni de las campañas que el colegio pueda organizar.


Es responsabilidad de cada estudiante entender que los espacios que habitamos reflejan lo que somos y cómo pensamos. Un colegio limpio habla de una comunidad que se respeta, que se cuida y que piensa en el futuro.


Cuidar el colegio no es solo una norma: es una forma de demostrar respeto por los demás y por nosotros mismos. Si queremos un entorno limpio y saludable, debemos empezar por reconocer que cada pequeña acción cuenta. Al final, cuidar la naturaleza comienza por cómo tratamos el lugar en el que pasamos nuestros días.


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